Wednesday, November 10, 2010

Tiempo

Para Aristóteles:
El tiempo es la medida del movimiento según un antes y un después.

Para Kant:
Es una categoría pura a partir de la cual conocemos.

Para Jarabe de Palo (desde una perspectiva heracliteana):
Tiempo es una palabra
que empieza y que se acaba
que se bebe y se termina
que corre despacio y que pasa deprisa.

Para Pink Floyd (desde una perspectiva empiricista):
You are young and life is long and there is time to kill today
And then the one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun
And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
And racing around to come up behind you again
The sun is the same in the relative way, but you're older
And shorter of breath and one day closer to death
Every year is getting shorter, never seem to find the time


Wednesday, October 20, 2010

Te dije

No sé qué debas hacer. Deja de preguntarme. No, sabes que lo ignoro. No lo quiero ni lo quise. Sí, a ti sí. Pero… Ya, basta. Me asustas. Yo sólo creí que, eras más, te vi en un pedestal y lo único que hice fue aventarte flores. Mas tú aventaste, de regreso, a mi cara, las espinas y en mis ojos se clavaron, sólo vi sangre y mis lágrimas no pararon de correr, con el corazón en la mano regresé caminando a casa; sólo ahí, en casa, sanaremos. Con el corazón en la mano, me regresé por la oscuridad que cubre todo el asfalto y los árboles moribundos, lloran y riegan de frío el cemento que cubre las calles y todo se vuelve peor. Peor es porque los árboles desfallecen, se hieren y la luz que los avivaba, el sol, se fue. Quedan los faros amarillos, un amarillo de enfermedad; una enfermedad del alma, una melancolía, una añoranza y un recuerdo lejano y borroso. Esos faros amarillos son lo que queda de una luz que resplandeció en ambos, y ahora, su guía, nos lleva de la mano, de regreso a encontrarnos a nosotros pero no sin la experiencia que nos dan la calle congelada y las luces melancólicas para algún día ir por otro camino. Debe haber otro camino, es obvio, no es a la casa vieja, es a la nueva donde la esperanza ansía llegada de sus anfitriones, la paciencia y el coraje, esperan a un lado, todos estarán recordando una promesa. Es una promesa, un compromiso. Promesa de que las mariposas se irán, pero no el cariño, no los detalles; ellos no, son fieles. Y su fidelidad cuesta, porque cada mañana hay que recordarlos, sin ellos todo está perdido, porque cuando llega la cotidianeidad y nos pega a la cara tenemos que recordar que el sol siempre sale así, y los pájaros cantan igual diario, no para aburrirnos sino porque nos recuerdan la belleza del día a día y la precisión con la que fueron hechas.
Te dije que no quería ser tu amigo, que sólo quería ser tu amante; sin que importase cómo acabara o cómo empezaría, yo te quería. Olvida tu casa, olvida a la vieja casa, te dije. Vámonos o las calles perderán el pasto y el sol se apagara en pequeñas luces, te supliqué. No lo niegues. No lo niegues, te lo grité. Te dije más cosas. La infraestructura colapsará de brotes de voltaje. Avienta las llaves, deja a tu familia. Olvídate de tu casa, de la vieja. Yo haré lo que me toca. Las migajas alimentan, también, a los perros. No lo niegues, te lo ofrecí, te lo prometí, grité y lloré: sí, será difícil, pero vale la pena.
Salud, a ti, a tus tiempos. Adiós a ti, a tu risa y a tus caderas. Conmigo vienen los recuerdos, serán notas de un pasado querido.
Sin más, me voy.
Suerte.


Imágenes de: http://www.annoverprints.com/index.html

Tuesday, September 14, 2010

Te imagino

Por un momento te veo que estás sin que te conozca y que me hueles y me oyes, no nos vemos. No, nos conocemos.  Sabemos que por ahí está el otro, peo no quién es. Tal vez ya nos conocemos. Al menos te puedo decir que estoy en todos los días que has decidido ignorar y en aquéllos que has decidido vivir. Te puedo decir que estoy esperando porque tampoco sé qué hacer.
Mientras te espero puedo ver con los ojos cerrados la forma en la que las paredes de mis sueños se disuelven en ondas matizadas por voces e instrumentos, por música. Sé que es música porque la amo y sé que tú también, dónde estés, la amas. Lo sabemos porque desde chicos nos hemos buscado por ella. Y cada ruido que oigo, y cada sonido que pasa por mí  y cualquier otra onda la veo y la reviso y luego la desecho, porque no estás tú. Y creo que yo tampoco. Al menos sé que te he confundido ya varias veces; sé que no eras tú porque no estamos juntos. He creído oír tu voz en tantas otras voces, y querido ver tus ojos en tantas otras caras que ya no sé si te encontraré o si he de distinguirte cuando llegues, perdóname si no lo hago. No es mala fe. Es mi ignorancia.
No quiero ser tu amigo, sólo quiero ser tu amante. Dejemos nuestros sueños y volvamos a la infancia cuando no eran sueños, sino  que era igual a esperar ir al cine de nuevo. Era algo seguro, pero era cuestión de tiempo. No me importa cómo empecemos, ni cómo acabemos, olvida tu casa y construyamos una. También ignora mi impaciencia, pero ya no quiero esperarte. Ya no quiero abrazos de una soledad familiar, quiero explosiones de una desconocida.  Perdona si nada de esto hace sentido, es que no sé por qué debemos estar separados.  Me encantaría saberlo y vomitar a quien así lo haya decidido.


Tal vez debería presentarme, pero sigo pensando cómo hacerlo, quiero que nunca olvides cómo nos vimos la primera vez y quiero que lo recuerdes siempre como algo bello, como una rosa que nadie vio en un jardín pero que vive en ti porque tú la viste, porque tú la contemplaste, porque la hiciste tuya, aunque parecía cualquier rosa, tú la escogiste. Nadie sabe qué tiene de especial, pero no importa, tú sí y es la rosa más bonita que existirá para ti. Hazme eterno, quiéreme, recuérdame. Hazme tuyo.Discúlpame si regreso al mismo tema. Quiero que sepas cuando te vi en la cara de alguien más y te confundí, y cuando fui a verla de cerca le llamé por tu nombre, y le pedí llamarla así y no me dejó. Así que me regresé a la casa, pero el taxi tenía tu olor así que lo dejé dar vueltas y tomar el camino largo. Otro día, en algún lugar, algún restaurante, oí tu voz, pero en otra boca y la llamé por tu nombre “No, no me puedes decir así”.  Por eso creo que te imaginé durante todo este tiempo. Pero cada que me subo al taxi sé que estuviste allí, porque ese olor, esa ambrosía para mi nariz, no me deja; es como saber que bajo la cama hay un tesoro y no querer voltearla. Sé que nunca habías oído a nadie hablarte así, pero es porque nunca alguien te ha esperado o amado como yo. No quiero ser tu amigo, deja a tu novio, avienta sus llaves y vámonos. Deja a tus padres, rompe su puerta y fuguémonos. Luego haremos cuentas de platos rotos. Si seguimos aquí, los pagaremos.


.
Soñemos, soñemos en un tempo que no pasa, que no es tiempo, soñemos en un lugar sin espacio y soñemos que seguimos vivos. Cuando despertemos del sueño estaremos de regreso en el mundo, pero siempre querremos volver y será imposible, deberemos cambiar hasta la calle en la que dormimos y el parque donde nos acostamos a ver el cielo para que vuelva a ser como nunca fue pero siempre soñamos que debería ser. No hay saco roto aquí, tira todo, ya luego barreremos cenizas y las prenderemos otra vez. No lo niegues, no lo niegues. Somos todo lo que necesitamos. Lo que queramos está esperándonos.  Si quieres vamos por él al mar, o a la playa o si quieres podemos sembrar un árbol donde te cargaré  y me verás segura de que soy y estoy contigo, de que no nos vamos a separar.
Sé que debo volver a tu departamento donde, en mi imaginación, estás esperándome, sentada al pie de la ventana con las manos entre tus piernas y el pelo hasta tu pecho está despeinado mientras ves la lluvia caer. Sé que debo volver y volveré por ese taxi con tu olor. El día que dejes lágrimas en él y me oigas gritar de angustia ten por seguro que iré a verte. Pero esta vez, si no te estoy imaginando, si eres tú, por favor quita tus manos de mis ojos para que no parezca que me saludas con un adiós.


Imágenes de: http://www.annoverprints.com/index.html

Monday, August 16, 2010

Cuando sea grande...


De viaje en las vacaciones, mi hermano más chico me dijo que él, cuando sea grande, quiere tener un departamento en Manhattan y uno en Acapulco y quiere un palco en el Azteca para ver al América y su coche Porsche y su casa en Cuernavaca y no sé qué tanto más dijo porque lo dejé de oír. No porque sea un mal hermano, sino porque me cayó el veinte cuando, tiempo después, le pregunté si creía que yo era grande: dijo que sí. Lo volteé a ver y escurría ingenuidad.

Me di cuenta de que el “cuando sea grande” es una gran mentira. Por ejemplo: veamos al Chicharito, o a Miley Cyrus o los Johnas Brothers; no creo que nadie los vea como grandes de edad, y estoy seguro de que están cercanos a comprar los sueños de mi hermanito. Para tener todo con lo que soñamos no hace falta ser grande: hay que ser rico. Perdón: muy rico.

Veo a muchos padres de familia que tienen más edad que los susodichos y estoy convencido de que en su vida no han ganado la mitad de lo que cualquiera estrella de Disney ha ganado.  Yo soy mayor que cualquiera de los personajes jóvenes de Harry Potter y no estoy ni cerca de pagarme unas vacaciones decentes en un puerto chingón, o chafa. Da lo mismo. No sé quién nos engañó o cuándo decidimos asociar “grande” con “rico” o “bueno”. Pero, poco después de los 18, cuando entendemos que la mayoría de edad y la IFE son una porquería ya que ahora somos sujetos de demanda, de pagar impuestos, de servicio militar, de que podemos acabar en la cárcel y mierda y media más que exigen crecer y madurar (ajá), queda claro que no está tan fácil.

Pero, ¿qué tal que soy feliz? ¿Qué tal que vivo y no sobrevivo? ¿Qué tal que superamos al hombre máquina y la pasamos bien?

Por eso, yo no espero ser rico. Espero que, cuando sea grande, sea feliz. Ajá...

Wednesday, June 23, 2010

Sobre los chistes

La risa frente a los chistes normalmente se da porque cumplen con el requisito de que el personaje no está ad hoc con la situación y porque dan al que ríe una sensación de superioridad, o también porque permiten resaltar la falta cometida y se puede amonestar públicamente.

Ya por esto es obvio que todos nos sabemos de borrachos: son muchos, hemos estado así, nos podemos sentir identificados, o ver a otros, sentir superiores y amonestar estupideces. Por eso también todo hombre se sabe de mujeres. Y viceversa. Es bueno burlarse. Sí. Y mucho. Los chistes duelen tanto, o las burlas, porque para que eso sea así es necesario darle al mero nervio, al corazón, al talón del problema y no sólo eso, además hace falta hacerlo bien, con finura y salir bien parados. Por eso hay tantos chistes.

Por ejemplo, los hay muchos de abogados, porque en general a todos nos han fregado los abogados, nos han jugado chueco, así que hay que contarlos, deben ser ridiculizados por el humor público. Es la venganza del secreto a voces. Nadie le cuenta un chiste a su abogado frente a él, puede que “misteriosamente” todo salga más caro, más lento y mal o peor. Por eso en el mundial sólo hay chistes contra los malos jugadores, no queremos apedrear a todos, hay que darles ánimos, los chistes son contra los enemigos. Ahí sí.

Pensaba todo esto cuando iba a la peluquería. Y me puse a intentar recordar chistes de peluqueros y sólo recordé uno:

Un tipo llega a una peluquería y le dice al peluquero: “Quiero que en el centro me dejes un mohawk medio mal hecho y que cruce hasta atrás del lado derecho, por el lado izquierdo quiero capas y despuntado con partes mucho más cortas, como si tuvieras artritis. Por el lado derecho y por atrás quiero que me cambies el color de pelo pero que lo dejes como si de repente me quisiera hacer chinos permanentes con el nombre de tu mamá”. A lo que responde el peluquero: “No pues… Está cabrón, no puedo hacerlo”. “¿Ah no, cabrón? ¿Entonces cómo chingados le hiciste la vez pasada?”

Se lo conté al peluquero y él se rió poco, como si no tuviera compromiso (no como los meseros que se ríen de todo por propina). Cuando desperté, media hora después, tenía un desmadre en la cabeza. Pedí una disculpa y me fui a casa. Me rapé.

Ahora entiendo porque hay tan pocos chistes de peluqueros y por qué nadie los cuenta. Ni tampoco de meseros.

Thursday, June 17, 2010

Iniciativa Roedora

(Nota: No me gustó cómo quedó, aunque por el momento no sé qué hacer. Así que acepto sugerencias)

El presidente mexicano despertó tras un sueño profético, sudaba frío y corrió al baño para enjugarse el rostro y se vio al espejo con cara de incredulidad, volvió a lavarse  y la sorpresa era abismalmente mayor, las cejas casi tocaban su calvicie que, según él, ahora, se acabaría por fin. Ya no tendría problemas y su imagen sería la mejor de entre todos los presidentes y héroes de la patria. Porque él daría el paso decisivo. Pondría el cielo en la tierra. Erradicaría la pobreza de una vez por todas.
Otra vez ya se había levantado con la solución pero la descartó rápidamente. Decidió que mataría a los pobres y vendería la carne a los puestos de la calle, así terminaría con los pobres, los hambrientos y la contaminación. Aunque decidió que no porque el voto de los pobres era el más valioso. Carajo, parecía tan perfecto mi plan, pensó. Además, sería antidemocrático, habría que comerse también a los ricos. Sí, pero los ricos financiaban las campañas. Ni modo.

A las 7 de la mañana convocó a su gabinete, tendrían que anunciarlo tan pronto como fuera posible y empezar con la publicidad, buscar los fondos, consultar a los expertos (que apoyaran lo que dijera), conseguir otro peluquín y, ah, armar un discurso para la televisión nacional.

Todos se reunieron con puntualidad mexicana a las 830 de la mañana listos para escuchar atentamente al presidente en una habitación con los cuadros de los mexicanos más ilustres que habían gobernado sin dar tregua al sueño para mejorar el país. El cuarto estaba bien decorado, con muchos libros para dar el gatazo, muebles de caoba recubiertos de piel pintada de rojo (podría ser piel de perro, pero ah qué bien se veía), un mesa ovalada y grande que daba la imagen de seriedad digna para la ocasión y una mesita con varias copas de vino y otras de whisky, pues era muy difícil no celebrar las decisiones ahí tomadas.

Llegó el último y tomó asiento, todos se sentaban en el mismo lugar de siempre, el secretario de gobernación a la derecha, el de desarrollo social a la izquierda y, bueno, los demás donde siempre. El presidente entró en el cuarto con aires de grandeza, algo así como Iturbide cuando entró a México sabiendo que había acabado una gran lucha. La sonrisa no le cabía en la cara, no sólo porque era muy feo y desproporcionado, sino porque había encontrado el hilo negro para acabar con los problemas de la país y, quién sabe, tal vez, también con los del mundo. Creyó que su idea era tan buena que se imaginaba en universidades y palacios de todo el mundo recibiendo felicitaciones, aplausos, honoris causa, aclamaciones, timbres postales, y demás; veía estatuas suyas por todo el mundo, junto a la torre Eiffel, en la basílica de Guadalupe, en donde iban las torres gemelas, calles con su nombre en el centro de Berlín, de todos los países africanos (que serían de los más beneficiados), y hasta varias películas en Hollywood. 
 
Colegas, dijo, ya encontré el hilo negro. Señor, ¿habla de su bata? preguntó el secretario de educación. Eso ya no importa, te digo que los detalles no importan ya, no cuando tienes cómo –ay nomás- acabar con la pobreza. La mesa retumbó por todas las quijadas que le cayeron, los ojos se abrieron y en su pupila vieron al superhéroe que esperaban desde hacía tantos años. Hubo cierto secretario que hasta lo consideró sexy. Uh. ¿Cómo le hará? ¿Venderemos drogas al mundo?, preguntó uno que había tirado su café desde el otro lado de la mesa cuando brincó de alegría. No, no haremos eso. ¿Haremos la piratería legal? dijo el de Hacienda, eso nos quitaría tantos problemas. No, tampoco, no lo ven aún. Pues no, señor presidente, díganos ya que nos trae con el Jesús en la boca. Es que… No se la van a creer. Ni tantito. Se limpió la frente, con la mano sin quitar la sonrisa, sorbió un poco de jugo de naranja. Me ha venido en un sueño la respuesta, neta me siento como José el soñador o como Cantinflas. No me decido todavía. ¿Creará más empleos? preguntó otro secretario que sudaba de emoción ¿Venderá la mitad del país?, se oyó del otro lado de la mesa. Si lo vende a los gringos seguro nos lo dejan más bonito y luego lo reconquistamos como Texas y Nuevo México. No, seguramente acabará con los sindicatos que nos traen de los huevos, abrirá más escuelas con profesores capacitados para formar personas íntegras y orgullosamente mexicanos, ideales para forjar el México del mañana. No, dijo el presidente, éste de Educación, no entiende que los detalles no importan. Bueno, dijo el de Economía, ya díganos, que seguro yo tengo que ver.

El presidente por fin se sentó, había salido de su fantasía de ver a Paul McCartney componiéndole una canción y al mismo Bob Marley cantándole con Juan XXIII alguna oda en cuanto llegue al cielo. Sorbió un poco más de jugo y le entró al primer bocado de sus chilaquiles verdes con huevo estrellado. Verán, el problema de la pobreza es el dinero. ¡Bravo, señor Presidente! gritaron todos. ¡Pero claro! pensó el de Economía. Está mal distribuido, somos un país tercermundista y al hombre más rico del mundo, claramente hay algo mal. ¡Salve! Un secretario le habló a su esposa embarazada para decirle que su hijo se llamaría como el presidente y no como su padre, la esposa no estaba de acuerdo así que le contó los comentarios del presidente y ella no hizo más que apuntarlo al final de la Biblia, como una verdad imperecedera.  

La expectativa ya no podía seguir sin otro paro cardiaco, el secretario de Marina ya iba rumbo al hospital, así que el presidente planteó su solución tras una breve introducción: El problema con el dinero, dijo en un tono de quien encuentra la cura del cáncer, es que no se hace sólo, no nos lo da la madre naturaleza y no sirve para comer. Todos se voltearon a ver sintiéndose los doce de Cristo o algo así. Uno hasta lloró de alegría. En eso uno dijo que sí servía para comer, y el presidente asintió e inmediatamente dijo cuando se tiene hambre y dinero pero no comida, el dinero no quita el hambre. Todos volvieron a su paz. Sí, señor presidente, tiene usted razón, pero qué haremos sobre su distribución y todas esas nimiedades. Nosotros, dijo con una mano en el pecho mientras se imaginaba siendo pintado para ser una obra permanente del Louvre, no haremos nada, es lo mejor de todo, el dinero lo hará sólo. ¿Cómo? Díganos ya, se lo ruego, le dijo el de Hacienda que estaba postrado a sus pies.
Bueno, la solución no está relacionada a todas esos detallitos de Economía y Derecho y esas cosas. El problema es la moneda. ¿Qué el dinero no fue el oro o el cacao por mucho tiempo? Sí, señor. ¿Por qué este papel que a cada rato hay que cambiar porque lo falsifican vale como dinero? Porque así lo decidimos, ¿no? Es una convención, como decidir que el fruit cake  es un regalo digno de Navidad y no una mentada de madre. La habilidad poética del presidente hizo que varios lloraran de emoción y que otro se desmayara. Bueno, aquí está la solución. Es algo que se hace sólo, rápido y se puede comer… Ah, y por si fuera poco, puede dar buena suerte: conejos.

Cuando el presidente lo dijo, cayó muerto de la emoción.


Se puso un presidente interino que, sin pensarlo dos veces, hizo arreglos en los Pinos, un discurso de cuánto apreciaba a su respetable antecesor y retomó la iniciativa roedora.
Los cambios en el país no tardaron en notarse en todos los ámbitos. La gente del campo fue, por primera vez en la historia mundial, rica; sí tenían conejos y ello atrajo a muchos inversionistas. Slim se asoció con millares de personas por todo el país. Las tiendas de mascotas ya no vendían más conejos, ahí estaba el dinero. Yucatán ya no se quería independizar, no veía ni cómo hacerle, y Chiapas lo quería más que nunca. El gobierno dio un par de meses para que la moneda fuera reemplazada. Muchos bancos se alegraron cuando vieron que no tendrían que verificar la autenticidad de la nueva moneda nacional, habían de acercarle una zanahoria para comprobarlo. Lo que verdaderamente preocupó al banco eran las bodegas; no se podía tener a los pobres encerrados en un cuarto así (lo descubrieron tras el lamentable fallecimiento de una familia de tatarabuelos a tataranietos en la colonia Centro). No se sabe qué hicieron con los cajeros automáticos. Todos eran felices, ya no había que cargar con carteras. Aunque esto era un problema para los borrachitos de cantina pues si se les complicaba encontrar una billetera ni quiero contar cómo le hacían para encontrar de nuevo a sus conejos cuando iban a pagar a las 2 de la mañana. También era un problema para las cajeras del súper, se reportaron varios casos de gente que quería seguir metiéndolos en las registradoras. El banco de México era ahora un jardín, los Viveros de Coyoacán eran otra reserva de dinero. Las áreas verdes de los condominios se volvieron pequeñas minas de dinero: se alimentaba a los conejos y solitos se hacían; sobra decir que ya no había pobres gracias a la Iniciativa Roedora. Hasta los mexicanos de otras partes regresaron a su tierra y la economía gringa se desplomó. Al que le iba mal sólo le hacía falta conseguirse un conejo muerto, cortarle las patas y usarlas en el cuello para que su suerte cambiara.

Parecía que Roma sí se pudo construir en un día.

Todo marchó bien durante unos meses, México tenía el mayor bienestar del mundo, ya no eran primermundistas, lo que seguía. La inflación no fue un problema pues todos tenían dinero suficiente. Economistas del extranjero analizaban el fenómeno con gran curiosidad. El sol brillaba para México. Cerca del sexto mes o algo así, la vida era otra. 

Para finales del séptimo mes, el ingenio mexicano parecía no tener fronteras. Literalmente. Los conejos eran tantos que empezaron a propagarse por todo el territorio nacional e invadir Estados Unidos, Guatemala, Belice. Chiapas ya no existía, ninguna selva o cerro oaxaqueño se había librado de la plaga. Era algo así como una película de zombies que devoraban a toda la población. Torre Mayor y la Latinoamericana desbordaban conejos por las ventanas; Chapultepec fue devorado en cuestión de días y el zoológico también. Hasta los grupos ecologistas se vieron en grandes dilemas cuando vieron a tantos conejos, ya no sabían a qué darle prioridad, si a la vida humana o a la fauna (no sé si antes lo supieron).  Las patas de conejos muertos, usadas para la buena suerte, dejaron de servir. Debido a tantos cadáveres comenzó una gran epidemia  por todo el país que acabó con cada mexicano y, si no, los conejos desarrollaron un apetito carnívoro que seguramente dejaba a cualquiera en la tumba. Desde el espacio, el país se veía blanco en su mayoría, los conejos habían invadido todo el territorio y no hubo forma de tirarlos al mar; en las ciudades todos los conejos se encontraban apilados encima de sí, las cajas parecían llenas de algodón defecante y ojos tiernos que controlaban todo el paisaje. Estados Unidos, Guatemala y Belice pusieron paredes en sus fronteras, paredes de verdad y los francotiradores no se daban abasto para acabar con ellos. Se tiró la segunda bomba atómica que dejó las ruinas de Templo Mayor como un piropo a la Historia. Ya no hubo huella de civilización, sólo de roedores y, claro, conejos.

El día 21 de diciembre de 2012 la ONU declaró el fallecimiento de México. Los expertos dijeron que, efectivamente, los mayas tenían razón. El fin del mundo –mexicano- llegó ese día.

Thursday, May 20, 2010

Servicio de tortura al cliente

Si Julieta hubiese tenido un celular, Romeo no se habría suicidado. Julieta le habría mandado un mensaje que dijera: “N stoy muert tome alg q m ara prcer zzzz vn x mi y ns vmos. :) XOXO”. La tecnología nos facilita muchas cosas, desafortunadamente no podemos depender de ella totalmente.

Hace una semana pagué mi celular y no me dejan usar mi saldo. Esperé unos días porque normalmente al sistema le toma unas horas dar de alta el pago. Sin embargo, unos días es suficiente tiempo. Así que marqué a servicio a cliente para resolver el problema.

Es detestable, inhumano y espantoso hablar a servicio al cliente.

Primero contesta una grabadora que ofrece menús ambiguos: Pago; Productos; Consulta sobre pago; Contratación de servicios; Consulta sobre la contratación y pago de servicios, etc. No recuerdo bien si son así, nunca lo sé. Ya no sé qué número marcar, así que espero en la línea para tener la ayuda de un ejecutivo. O marco el que sea para que me “comuniquen correctamente”.

La espera comienza con un audio espantoso, mal transmitido, grabado con odio y demás. Supuestamente es música clásica; pero si un sordo recién curado por un Cristo escuchara eso, estoy seguro que pensaría que Dios existe para odiarnos. Y diría que Jesucristo o su curador es un hijo de la chingada. No entendería la fama de Beethoven, Mozart, Debussy, Haydn, Handel, etc., ni menos por qué la gente quiere oír a los pájaros cantar. Me queda muy clara la razón: esa música es un cuchillo deshaciendo el oído con frenos de pecero. Y la música, sigue y sigue, sigue y sigue. No hay nada qué hacer, se debe estar al pendiente mientras se rompe el sofá, los colchones o cualquier cosa al alcance de la uñas desgarradoras para soportar una violación auditiva.

Un día averigüé por qué música clásica y no otro género. Es para calmar a las personas, y no se puede cualquier pieza. En algún país pusieron a Wagner, un joven desesperó tanto que fue a las oficinas a matar a los que atendían. No recuerdo el país, pudo ser Estados Unidos donde a la gente le da por ser genocidas durante un día; también pudo ser en Japón, porque en Japón pasa todo: los niños se suicidan por tamagochis, asesinan por pokémon, se operan por Ranma, etc. La música sigue mientras los “ejecutivos” echan el coto, salen por el cigarrito o van por la coca.

Después de tres minutos de suspender cualquier otra actividad -ah claro, además para buscar atención dejamos todo lo demás, como si nuestras vidas no se fueran un minuto a la vez- esperamos algo. Tras cinco minutos de estar al pendiente de la llegada del ejecutivo, la música calla. Se respira profundamente para ser cortés con quien nos ayude. Usamos el yoga que vimos en la tele. Inhala. Exhala. Tomamos aire para explicar nuestro problema y que  quede claro, para ahorrar tiempo. Oímos ruido. Otra grabadora surge: “Le recordamos que este mes…” Y ya no sabemos qué más dijo. Es intrascendente. Así que volvemos a la espera. Probablemente podríamos pedir una pizza y llegaría antes de que alguien contesten, ¿quién quiere perder su lugar en la fila?. Como el celular está bloqueado, sólo queda el teléfono (que estamos usando) para marcar a la pizza. No podemos leer porque la música está acabando con la capacidad de concentración y sacándonos al diablo. La espera se prolonga y el tiempo se distiende. Creemos envejecer mientras el mundo sigue su curso. Posiblemente ya ni hay celulares. Empezamos a creer en el apocalipsis o en 2012, o en que Dios nos odia… Y mucho.

Pasados otros cinco minutos, la grabadora se detiene. Inhala. Exhala. Cuenta hasta diez. Listo para ser un poco decente y… “Por favor, no cuelgue. Su llamada es muy importante para nosotros”. Y nos encabronamos, pero un chingo. Piden que no colguemos; no tenemos de otra, hay que joderse en la línea con la esperanza de que darán el servicio por el que pagamos. Qué amables son; todavía lo dicen por favor. Quiero ver que vayan con un doctor y les diga: “Por favor, no muera. Su vida es muy importante para nosotros”.

En eso, el mismo diablo poseyó la línea. Porque “Para Elisa” está más corrupta que si Timbiriche le hubiese hecho un cover. Nos volvemos religiosos y le decimos a Dios que no nos molestaría quedar sordos o que en su nombre nos permita matar sacrílegos.

Hay una tercera grabación: “Por favor espere en la línea. Nuestros ejecutivos lo están atendiendo”. Me pregunto: ¿qué chingados es eso? Aclaramos ya que la primera parte son ganas de joder, porque ni siquiera hay muchas opciones de compañías telefónicas. Luego nos dice que nos “están atendiendo”; ¿qué pasa por su mente? No sé. Alguien decidió recordar a los consumidores que no sabemos lo que ocurre. Juegan con nuestras cabezas para hacernos creer que sí nos “están atendiendo”. Si lo hicieran, no nos diría que esperemos, porque la grabadora no es tan majadera como para interrumpir una conversación. La última parte de la grabación es la que más odio, refleja muy bien el nivel educativo mexicano. Dice “atendiendo”. Es obvio que el autor no sabe qué es gerundio, que éste indica continuidad de la acción, o simultaneidad de ella. Definitivamente es un imbécil quien grabó esta última frase, seguramente el narco se va a ir tras él… Y si no, debería.

Ya van veinte minutos y me están cobrando cada segundo. Camino por la casa para relajarme, prendo un cigarro, doy vueltas, tomo agua. Lo que sea. En mi escritorio veo un libro titulado “Nihilismo”; lo aviento a la basura. No me hace falta leer 200 páginas para entenderlo; me faltan cinco minutos.

Ya fueron 45 minutos. Culpablemente exprimí los granitos de mis brazos varias veces y ya no sale nada. El teléfono está caliente y mis orejas cansadas de la presión que han recibido alternadamente. Por fin contesta el ejecutivo. Mi ateísmo se frena. Inhala. Exhala. Le explico, lo más calmado que puedo, mi problema. Me pide mis datos. Me pone en espera y, ahora, otro pecador distorsionó el “Canon” de Pachelbel y quiero llorar. Vuelve a tomar el teléfono y entiendo la frustración de Romeo por la falta de comunicación; aunque mi suicidio no saldría de la pluma de Shakespeare, sino de portada del Metro. “Sí, mire, es de que esto es lo que viene siendo un error de nosotros” “Sí, creo que lo es” “Sí mire, es de que el sistema no lo había registrado y por eso es que usted no puede usar lo que viene siendo su crédito” “Sí, así es” No sé qué entiendan por ejecutivo, pero este güey no acabó la preparatoria. “Sí, ahora procedemos al “recavamiento” de sus datos” “Pero ya me los pidió, ¿ahora para qué?” “Pues para lo que viene siendo la aseguración y el confirmamiento de su información.” Mi ateísmo vuelve y crece desenfrenadamente. “Ahora me puede dar su nombre completo de nuevo” “Sí, claro…”

Después de cinco minutos me dice que todo estará bien, que no debo preocuparme y que todo seguirá en orden; aunque no hable del mundo y sólo de mi celular, no le creo. Cuelgo el teléfono y marco para ver qué hacer ese viernes. Sigue sin servir. Claro, se me olvidó lo último que dijo: “Ahora sólo falta una espera más que le solicitamos que cordialmente que realice. Es una espera de lo que vendrán siendo treinta o cuarenta minutos para la reactivación del servicio”. Idiota, lo que vendrá siendo una eternidad antes de usar lo que ya pagué.

Wednesday, May 19, 2010

Donación de órganos

CAMILO JOSÉ CELA

Quiero el día que yo muera
poder donar mis riñones,
mis ojos y mis pulmones.

Que se los den a cualquiera.
Si hay un paciente que espera
por lo que yo ofrezco aquí
espero que se haga así
para salvar una vida..
Si ya no puedo respirar,
que otro respire por mí.

Donaré mí corazón
para algún pecho cansado
que quiera ser restaurado
y entrar de nuevo en acción.

Hago firme donación
y que se cumpla confío
antes de sentirlo frío,
roto, podrido y maltrecho
que lata desde otro pecho
si ya no late en el mío.

La pinga la donaré
y que se la den a un caído
y levante poseído
el vigor que disfruté.

Pero pido que después
se la pongan en un jinete,
de esos que les gusta brete.
Eso sería una gran cosa
yo descansando en fosa
y mi pinga dando fuete

Entre otras donaciones
me niego a donar la boca.
Pues hay algo que me choca
por poderosas razones.

Sé de quien en ocasiones
habla mucha bobería;
mama lo que no debía
y prefiero que se pierda
antes que algún comemierda
mame con la boca mía

El culo no lo donaré
pues siempre existe un confuso
que pueda darle mal uso
al culo que yo doné.

Muchos años lo cuidé
lavándomelo a menudo.
Para que un cirujano chulo
en dicha transplantació n
se lo ponga a un maricón
y muerto me den por el culo.

Wednesday, May 12, 2010

Razones para el ateísmo

Cuando se es puberto:

-Que tus padres no te dejen escuchar rock.

-Que no te dejen pintarte el pelo.

-Que te prohíban películas.

-Acné.

-Obesidad.

-Eres malo para el futból.

 

Cuando se es adolescente:

-No tener coche.

-Una moral religiosa que no te deje “tocarte ahí”.

-Seguir con acné.

-No tienes novia porque con la que salías te pintó el cuerno… Con tu amigo.

-Principios de calvicie.

 

De adulto:

-No puedes pagarte un coche.

-Tu calvicie te da 10 años más.

-No consigues trabajo.

-Sigues gordo.

-No hay dermatólogo capaz de quitarte el acné.

 

En cualquier momento:

-Vivir en la ciudad de México.

Sunday, March 21, 2010

M. Esh Tafa

A veces puedo entender la desconfianza de la gente hacia los videntes, psíquicos y demás, sí. Al hablar del mundo supralunar, las órbitas planetarias, los cometas, el éter y las constelaciones, entre otras cosas, hay un hecho irrefutable: cambian nuestras vidas. A pesar de eso un día casi pierdo la fe.

Diario me siento en el sillón verde de una plaza que está en la sala; mientras tomo mi té verde recién hecho y humeante, abro el periódico directamente en donde están los horóscopos porque me da miedo leer sobre asesinatos, choques, políticos, sindicatos y mexicanos sin un criterio de interpretación. Me espanté mucho ese día: algo podría salir mal.  Como es muy atinado ese profesional de la fortuna corrí a Coyoacán con Madame Esh Tafa, no había ido con ella pero le creía porque hasta tiene su página de internet.

Como en cualquier sábado, Coyoacán brillaba con el sol que caía sobre la gente comprando pulseritas, playeras, gorros; había otros paseando con helados y churros, otros agarrados de la mano, familias enteras desmañadas para alcanzar un buen lugar en los restaurantillos cercanos y no faltaron quienes entraban a los bares para curar la cruda con una cerveza y entre todos poder descifrar qué había ocurrido anoche. En un callejoncito místico encontré el local de Madame. El incienso llenaba el aire que, después de aspirarlo varias veces, me calmó. Estaba todo pintado de un rojo opaco, muy conveniente para contrastar con las estatuillas metálicas de Budas e íconos del tarot. A los otros cuartos los separaban de esas cortinas hechas de cuentas por las cuales se puede ver el humo del cigarro de quienes están del otro lado. Había unos sillones frente al mostrador que hacían de sala de espera, y entre ambos estaba una mesa llena de literatura propia del lugar, algunas revistas de quiromancia, otras de cienciología y otras de espectáculos. Atrás del mostrador adornado de figurillas estaba un joven de no más de 25 años y pelo negro, algunas perforaciones en la cara me dieron la primera imagen de seguridad que necesitaba para estar ahí. Sentada frente a la computadora, haciendo tiempo con un juego en internet mientras esperaba clientes que atender volteó a verme cuando entré y me deseo los buenos días, luego me preguntó que podrían hacer por mí ese día. Se notó su experiencia cuando dijo que si iba ahí es que necesitaba alguna guía, consejo o sugerencia para el día, la vida o la existencia. Me empecé a sentir en casa cuando, sin esperar respuesta, me dio una coca cola bien fría. Le conté lo ocurrido y, con los ojos completamente abiertos, llena de sorpresa y compartiendo mi desesperación por el omen que vi en la mañana, me hizo pasar a la sala donde estaba Madame.

Madame era una señora de mucho cuerpo, tenía gran kilometraje en la cara, pero en ella resaltaba su mirada  extraviada que mostraba cuánto sufría por ver el futuro. Tenía las cejas tatuadas en negro bajo las cuáles estaban pintadas unas sombras azul pastel que combinaban con la ropa larga y extravagante, reflejo de un estilo de vida místico y poderoso. Apagó su octavo cigarro del día, cerró ojos mientras tomaba mis manos, los abrió y me dijo que seguramente algo tenía. Así que, consternado por sus habilidades visionarias, me senté poniendo la esperanza de la ayuda en ese sillón en el que tanta gente había encontrado el consuelo y había soltado lágrimas como agradecimiento a Madame.

Sin que pasara un instante más,  me leyó las cartas, el café, la mano, el azúcar de la limonada, el cigarro, las huellas de aceite del coche y luego alineó esas interpretaciones con las nubes de ese día soleado. Después de esto me lo dijo: “te asaltarán y perderás mucho”. “Pero, ¿cómo, cuándo, dónde?”, “No preguntes más. El destino lo necesita para… lo siento”. La seriedad en su tono y el humo de los otros 12 cigarros me hicieron llorar al entender la inevitabilidad del destino que arrasaría con mi calma del día. Y yo que había tomado mi té verde y prendido mi vela roja de la fortuna la noche anterior.

Las probabilidades de un asalto en el valle de México no me asustaban, pero después de lo predicho, sí. Debía ir a una comida de la familia de mi novia y cruzar la ciudad hasta un extremo para recogerla y hasta el otro para el evento. Eso hizo temblar a mi cartera y mojar mis axilas. No sabía qué hacer, según yo el destino es evitable y mi primera psíquica me prohibió la superstición, pero con la predicción de Madame era muy difícil obedecer. Después de media hora o más de comerme las uñas y retomar el cigarro, decidí no ir y marcarle a mi novia. “No, chiquita, de verdad… Me caen bien tus papás… No entiendes, el destino lo escribió, ¿qué le voy a hacer?... Aunque sea destino le hago la lucha… No, ese día no le hice la lucha, no me cae bien tu amiga… No, no es otra excusa para irme con mis amigos, créeme... Ya sabía que pasaría esto, eres Cáncer… No, mi amor, de signo zodiacal… Explícales y ya, igual tu papá me la va a mentar por cabr… Capricornio, amor, Capricornio, así reacciona normalmente ante mí… Pero la próxima, vas a ver, nos van bendecir los astros… A ver, flaca, las estrellas sí bendicen… No, ya te expliqué que los volcanes no… Además…” Me colgó enojada y ni siquiera encontré consuelo en ella. No me atrevía a salir de ahí y, como nadie visitaba a Madame, volví a mi sillón para platicar con ella y comprender más sobre la interpretación de signos.

Me calmó un poco, aunque no lo suficiente para salir. Pero Madame, tan buena como pocos, es vidente y psicóloga: me quedé mudo.Hasta tenía sus diplomas colgados en la pared. Me acosté sobre otro sillón, como de esos de las películas sólo que este olía a excesos; seguramente eran almas turbadas que, con la conciencia alterada, se recostaban para pedir consejos. Pasamos todo el día pidiendo tés y cocas y platicando sobre mi vida, los signos, los males, las vibras y hasta me explicó cómo la Guadalupana nos cuida de la mala suerte. Me quedé atónito; cultísima la mujer, de verdad. Además me ofreció de comer unas quesadillas de tortillas de maíz y queso Oaxaca que, aunque no quedaron bien (y no hay que culparla sus manos no son para cocinar, sino para ayudar) me supieron a gloria. Luego trajo el café que, por cierto, resultó de la buena suerte (esto me lo dijo Madame) porque me despertó y animó, qué bruto, me hizo olvidar un poco el asalto. La tarde pasó volando al ritmo de los cigarros que llenaron el cuarto de humo; no me importaba tanto la peste ya impregnada en las alfombras del suelo porque tanto humo le daba un aire de vidente que sí le creía. Ya en la noche me enseñó unos documentales bien científicos de cómo, según el movimiento astral, hay guerras o males en alguna parte del mundo, en algún momento de la historia y que no depende tanto de la gente y sus intenciones; al contrario, depende más de los cuerpos etéreos. Luego puso otro de por qué Nostradamus fue tan gran profeta; queda clarísimo de qué habla cuando se leen sus profecías. Y mi novia.. Incrédula. La pobre.

Ya tarde tomé otro café –también de la buena suerte- y antes de despedirnos la señorita del mostrador con ojos rojos y una sonrisa me dio la cuenta. Yo había llegado a las diez de la mañana y la hora costaba 500 pesos, los otros servicios tenían precios como los de un hospital. Me di cuenta de que esa Madame no era tan buena, no me asaltaron ese día. Pero noté esto al final, ya cansado, cuando el reloj hecho de un dios hindú marcó las cuatro de la mañana y mi tarjeta de crédito la pasaron sudando por la terminal.

Tuesday, March 09, 2010

Yocasta cobarde, muérete

Es muy fácil pedirle a alguien contar un chisme, un rumor o la verdad, y para muchas personas es fácil soltar lo que saben; pero no para mí. Irónicamente, la cura para alejarme del trauma es, según la psicóloga, sólo cuestión de desahogarme. Claro, es muy fácil decirle a cualquiera qué debe hacer. Sobre todo para los médicos que, sentados tras su lujoso escritorio con plumas y relojes tan caros como una colegiatura de universidad, escriben una receta de medicamentos que, más que medicinas, prescriben un cambio de vida. Así para cualquiera es sencillo. Un doctor me dijo sobre la necesidad que yo tenía de tomar unas pastillas para controlar la atención, y otras cosas que no quiero nombrar. Diario se me complica bastante tomarlas porque olvido cuándo debo hacerlo, cuáles debo tomar, para qué sirve cada una y todas esas cosas y palabras con las que un doctor explica lo que va a pasar como si supiéramos qué significan todos esos términos o los efectos de no hacerlo. Todos ellos creen que estudiamos lo mismo que ellos y se te quedan viendo con una sonrisa que dice: “Te quiero ayudar (Pero no te olvides de pagarme)”. Y, encima, exigen respeto y comprensión cuando uno se levanta de la silla y le grita que es un pendejo y no tiene puta idea de que está pasando; todavía dice que sí, el muy cabrón con su Mercedes Benz del año. Los médicos no son los únicos que quieren comprensión, también los amigos, los de la escuela, los del trabajo, los superiores, los padres y un largo etcétera en el cual me incluyo. Aunque yo sí me mido bien, no como mi mejor amigo. Cuando iba con él hasta su casa (él nunca fue a la mía) me dijo que debía calmarme, tomar las pastillas, llevármela leve, reflexionar y entender las consecuencias de mi estilo de vida y sí, digo, los amigos siempre se preocupan por nuestro bien, pero no me entendía. Además, siempre quería hablar hasta el cansancio sobre los problemas con su novia gorda, jetona y apestosa; no paraba de hablarme de sus vicios y todo el tiempo tenía que escuchar sus aventuras con excesos asquerosos y detalles vomitivos. La última vez que lo vi me contó de cómo se había puesto hasta la madre con todo lo que encontró y que así se cogió a su vieja, sin condón; cagándose de miedo el pendejo fumaba un cigarro cada dos minutos mientras esperaba que le dijera que seguramente no la había embarazado. Y todavía me pedía reflexividad. Nadie está para meterse con mis decisiones ni con mi vida, al final siempre es cada quién, ¿no? Pues sí, cada quien puede hacer de su culo un papalote y volarlo como le venga en gana y quien no respete eso se aguanta a lo que pase. Sí, así es; estoy seguro. Tan seguro como lo estoy de poder decidir mi vida y por eso hice bien al no escuchar a mi mamá cuando decía qué hacer y qué no. Mi mamá repetía mucho cuánto importa el ejercicio y distraerme de mi ocio, pero él es la mejor fuente de inspiración; quita la monotonía a todo y ya no necesito más. Ella insiste en que sí. Si yo supiera dónde está mi papá, tal vez le preguntaría su opinión y tal vez me daría la razón. No lo sé, mi mamá siempre hablaba de nuestro gran parecido de ideas. A mí realmente me importa un carajo si es así o no. Me conozco y sé que no haría eso a un hijo ni lo dejaría solo con su madre. Eso jamás. Y bueno, no estoy tan seguro de ese “jamás”. Por ejemplo, yo había dicho que jamás fumaría y diario me quemo diez; también, después de mi primera noche ebrio, juré y volví a jurar jamás tomar de nuevo. Y hasta hace poco algunos me llamaban alcohólico, aunque el alcohol no fuera el único culpable de mi locura. Tal vez tenían algo de razón, igualito que mi mamá. Ella dice que tengo problemas serios. Me lo dice con su jeta toda chupada por todos los pinches cigarros que le han fumado los años y le dejan arrugas en la cara. Me dice que tengo problemas y la vieja se la pasa echada en su cuarto al que no le abre ventanas y sólo concentran más la peste de una cincuentona que no se baña. Estoy harto de que me lo repita y no se canse, ella no se cansa nunca. Desde chico ya me llamaba lacra y decía que hijo de tigre pintito, bueno-para-nada, inútil, peor-es-nada, desperdicio, borracho, loco, pendejo y otro largo etcétera vomitado a cada enojo suyo cuando fallaba en hacer todo tan exactamente como ella quería. Le pedía que se alejara y no lo hacía. Por eso, un buen día, me alejé de ella y de la escuela. Recuerdo cuando en la escuela me dejaron leer el mito de Edipo y averiguar sobre la inevitabilidad del destino, el acertijo, y todo eso. Un día que leía de eso conocí a Pamela, vio el libro desde donde estaba sentada y caminó hacia mí. Hablábamos de eso y ella me enseñó que una mujer busca un hombre como su padre y un hombre busca una mujer como su madre. Ah, también me dijo que eso se llama “complejo de Edipo”, pero con mi madre me es imposible comprender porque alguien querría esa chingadera para sí, a la fecha no lo hago. Tampoco comprendo por qué importa tanto la escuela cuando enseñan tan pocas cosas realmente importantes. No estaba seguro de nada de eso hasta que conocí a Pamela poco antes de salir de la escuela. Ella, con sus ojos verdes, pelo negro y pecas en la cara era la más maternal, linda, preocupada, interesada, chistosa, lista, alegre, sociable y muchos otros adjetivos que provocaban un gran contraste entre ambos; me alejaba más de querer a alguien como mi mamá. Es una lástima que su personalidad no fuese fuerte y acabara por imitar a mi mamá. Es que iba muy seguido a la casa pues rogaba que fuéramos para entenderme y ayudarme; por eso regresé a casa. Pero entendió poco y escuchó tanto de la boca de mi madre que dejó de verme como víctima. Poco a poco la vi mezclarse, fundirse y confundirse con mi mamá; empezó a parecerse mucho a ella, tanto, que hasta la cara se le iba chupando a la pobre y me escupía gritos al regañarme: dejó de ser mi musa, mi sueño y mi Beatriz. No lo noté hasta un día en mi cuarto. Estábamos solos una noche que me fue a dejar, ebrios como tantas veces. No estaba en mis cinco sentidos, ni ella. La calentura se aprovechó del alcohol y nosotros de la cama y todo estuvo bien. El sexo es perfecto para conocerse y reconciliarse. Sólo que, después del trance, caí y rompí algo, no recuerdo bien qué la lastimó pero ella se enojó, se enojó mucho. Y me empezó a regañar como mi mamá, y a ver como ella, y hablar como ella y a regañar como ella y a odiar como ella. En ese momento entendí todo: yo fui Edipo y Pamela la Yocasta ignorante de su pecado, la Yocasta que odié y no se atrevió a hacer lo que debía.




Espero que la psicóloga tenga razón y el desahogo me ayude para así, tal vez, un día detallar cómo asfixié a Pamela. Quizá hasta diga cuánto disfruté exprimir el último aullido de mamá metido en la garganta de Pamela mientras su cara carcomida se hacía cada vez más pálida. Así, tal vez, un día puedan entenderme y entender por qué hube de ayudar a esa Yocasta.

Wednesday, March 03, 2010

Qué hacer en caso de…

¿Qué hacer si un día espera que la tecnología le responda todo?

¿Qué hacer si quiere encontrar un lugar nuevo donde perder los sentidos en viernes? Tome su celular con internet, busque recomendaciones baratas y vaya al lugar.

¿Qué hace si un día se encuentra sin dinero y necesita pagar una cuenta que lo dejo en dos sentidos? Hable a su casa, pida perdón y pregunté si puede usar la tarjeta.

¿Qué hacer si después se pierde en la calle? Tome un taxi con GPS y vuelva a casa.

¿Qué hacer si, después de eso debe recuperar al menos 2 sentidos? Deténgase para vomitar por culpa de leer en movimiento. Pague al taxista extra por vomitar y pida otro taxi.

¿Qué hacer para pedir otro taxi? Primero debe recuperar los sentidos, vaya a sacar dinero al cajero para comprar comida en la tienda y simular dos sentidos más.

¿Qué hacer si lo asaltaron en ese lapso? Busqué en su GPS dónde está y camine a casa.

¿Qué hacer si debe reconocer signos faciales de enojo y dar una explicación coherente de lo ocurrido a su madre? Nada. Ya valió madres.

¿Qué hacer si sigue confiando en la tecnología sin reconocer su propia estupidez humana? Jódase un rato reflexionando en lo que ahorra para reponer todo lo que perdió. Mientras tanto, espere a que su madre le vuelva a hablar por haber vomitado la sala y decirle que le valía madres.

Tuesday, January 26, 2010

El ente superior es…

Por fin, tienes tiempo libre. Vas a la televisión. Tomas esa película que hace tanto tiempo te prestaron; hoy por fin la ves. Que se caiga el cielo, que suene el celular, nada importa: hoy la ves. Tomas un litro de tu bebida favorita, va a tu derecha. Pones a hacer palomitas, mamá para lo que sea no estoy en las próximas dos horas, no mamá para nada. Todo está listo. Prendes el dvd. Abres. Pones disco. Cierras. Te sientas y revisas: Palomitas: listas; bebida: lista; apagar luz: listo; control de la televisión: listo; cigarros: listos; cenicero: ve por él… Ya, listo. Anuncios de piratería, eternamente grabados en tu memoria y a la fecha nunca te ha dado tiempo de leer todo lo que sale. Importa un bledo porque: 1)no te van a cachar; 2) no vives en EEUU o algún país primermundista donde te puedan atrapar, y 3) hoy ves la película. Menú del dvd: Español, Inglés o algún idioma asiático desconocido e irreconocible por sus signos. Control del dvd: en la mano. Pica el botón para abajo. Duro. Más. De nuevo. Carajo. Voltéalo. Abre la tapa, gira la pila. Pica el botón. ¡Ése no! El de abajo, no el de arriba. Carajo. Venga demuestra quién es el agente racional aquí. Voltéalo. Abre la tapa. Gira la batería. Presiona hacia arriba. No sirve. De nuevo: voltéalo, abre la tapa, gira la pila, ¿mamá, hay pilas en la casa? No, ve por unas, No mamá, quiero ver la película, Pues ni modo, no te quejes. Idea: Quita la pila y ponla rápidamente. Bien, ¿quién es el agente racional?. Sólo pica el botón del centro. Carajo. El pinche idioma asiático. ¿Te habías dado cuenta que no sabes regresar al menú anterior? Párate. Saca el disco. Mételo de nuevo. Prende un cigarro. Siéntate. Ahora: hacia abajo. Mier-da. Cigarro: prendido. Otra vez el idioma ése. Pu-ta ma-dre, pinche Murphy, cómo jode. De nuevo: voltéalo, abre la tapa, quita la pila, ¿segura mamá que no hay pilas? No, ya te dije, También ya te dije que no voy por más. Opciones: Joderse y darle gusto a Murphy o ver la tele (que implica joderse y darle gusto a Murphy). ¿Serás racional y superior a un control remoto? Mmm, Diablos. ¿Ahora? A la chingada: idioma asiático. Pica el del centro, escoge la primera opción, seguramente es “Iniciar película” o algo así. Suerte: picaste lenguajes. No la cagues, sólo sabes inglés y español. Pen-de-jo. No sabes portugués. Otro cigarro: frustración.  Siguiente: subtítulos. Ahora sí, no la cagues. I-dio-ta. Dudo mucho que tu inteligencia pueda superar al control. ¿Quién ve una película en portugués con subtítulos en francés? ¿Por qué no hay configuraciones para evitar este tipo de pendejadas? Ah, claro, Murphy.

Todo vuelve a ser como antes, hoy tampoco se pudo. Sigues pensando que deberías ir por pilas, pero sabes que se las van acabar antes de que puedas volver a tener tiempo libre. No, definitivamente no eres superior a un control. Retomas tus libros de francés y portugués para que un día, un maldito día, le puedas ganar al control o a Murphy.