La risa frente a los chistes normalmente se da porque cumplen con el requisito de que el personaje no está ad hoc con la situación y porque dan al que ríe una sensación de superioridad, o también porque permiten resaltar la falta cometida y se puede amonestar públicamente.
Ya por esto es obvio que todos nos sabemos de borrachos: son muchos, hemos estado así, nos podemos sentir identificados, o ver a otros, sentir superiores y amonestar estupideces. Por eso también todo hombre se sabe de mujeres. Y viceversa. Es bueno burlarse. Sí. Y mucho. Los chistes duelen tanto, o las burlas, porque para que eso sea así es necesario darle al mero nervio, al corazón, al talón del problema y no sólo eso, además hace falta hacerlo bien, con finura y salir bien parados. Por eso hay tantos chistes.
Por ejemplo, los hay muchos de abogados, porque en general a todos nos han fregado los abogados, nos han jugado chueco, así que hay que contarlos, deben ser ridiculizados por el humor público. Es la venganza del secreto a voces. Nadie le cuenta un chiste a su abogado frente a él, puede que “misteriosamente” todo salga más caro, más lento y mal o peor. Por eso en el mundial sólo hay chistes contra los malos jugadores, no queremos apedrear a todos, hay que darles ánimos, los chistes son contra los enemigos. Ahí sí.
Pensaba todo esto cuando iba a la peluquería. Y me puse a intentar recordar chistes de peluqueros y sólo recordé uno:
Un tipo llega a una peluquería y le dice al peluquero: “Quiero que en el centro me dejes un mohawk medio mal hecho y que cruce hasta atrás del lado derecho, por el lado izquierdo quiero capas y despuntado con partes mucho más cortas, como si tuvieras artritis. Por el lado derecho y por atrás quiero que me cambies el color de pelo pero que lo dejes como si de repente me quisiera hacer chinos permanentes con el nombre de tu mamá”. A lo que responde el peluquero: “No pues… Está cabrón, no puedo hacerlo”. “¿Ah no, cabrón? ¿Entonces cómo chingados le hiciste la vez pasada?”
Se lo conté al peluquero y él se rió poco, como si no tuviera compromiso (no como los meseros que se ríen de todo por propina). Cuando desperté, media hora después, tenía un desmadre en la cabeza. Pedí una disculpa y me fui a casa. Me rapé.
Ahora entiendo porque hay tan pocos chistes de peluqueros y por qué nadie los cuenta. Ni tampoco de meseros.
2 comments:
Si, ahora se que no debo decir esos chistes frente a mi peluquero
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