Monday, March 23, 2009

El letrero de salida

Te escribo esta carta para narrarte tu vida porque no la viste, te cegaba el egoísmo. En tus ladrillos murales cuelgan cuadros y en los míos rasguños; tus puertas son para evitar el frío y al ajeno, las mías dejan al frío pasar pero no a mí. Yo estoy en la cárcel y crees que es por amor. Y yo que vi el letrero de salida.

Mis noches se volvieron la ambientación perfecta para mis lamentos que, ante la luz de la lámpara que coloreaba el cuarto de amarillo, no te dejaban ver las lágrimas que hacían ácido mi té y combustían con mis entrañas que ardían de odio y arrepentiemiento. Nunca escuché a quienes se interesaron por mí porque no los veía atrás de la viga más tóxica: tú. Nunca vi el verdadero significado de cuando rompiste la foto de la boda que fundó mi familia y tu discurso: "si quieres estar conmigo, ellos están muertos". Jamás entendí que los callabas por miedo a que sus palabras me abrieran los ojos que tanto odias ver por ser idénticos a los de mi madre y diario te recuerdan que esa señora siempre te quiso lejos de mí. Así te quería mi madre.

Cuando rompiste mi foto y la arruiné con lágrimas, la secaste con las llamas de la estufa simbolizando "la dulce y bella nueva vida". ¡Cuánto me alejaste de Dios! Vi que después de mi vida siguió mi muerte; si no me crees recuerda aquella noche y véme ahora dormir amarrado a las puertas de la celda, nos llaman las gárgolas y así permanezco muerto.

Aquella noche, la última, me pediste que asaltara esa tienda en la que, según tú, había dinero tuyo. Cuando realmente tu dinero seguía bajo el colchón y me habías vendido como chivo expiatorio para los problemas del hijo de puta que en adelante tomaría lo que en el altar juraste mío para siempre. ¿Realmente crees que nunca vi lo que hacías? ¿Crees que no olía la cama a su sudor? ¿Crees realmente que alguien toque en la puerta de su propia casa sólo para hacer un broma y dejar a los adúlteros arreglarse? Esa noche, en aquella tienda brillaba el letrero de salida en el pasillo de la entrada. Me emocioné al verlo porque creí que era un símbolo: era la salida a nuestros problemas, la salida de nuestras peleas, de tus rencores y disculpas sin corazón. Cuando entró la policía los muy desgraciados se divirtieron pegándome y en mi defensa aventé una botella que rompió el letrero de salida. Eso fue lo último que vi antes de cubrir mi cara con mis manos rotas por macanas y fue cuando entendí la ironía de la vida: yo mismo había evitado mi salida.

Así me dejas ahora, y te cuento tu vida porque vives en el sueño de la vanagloria que mantiene tus ojos cerrados. Pronto los abrirás. Uno de las gárgolas que duerme junto a mí resulta ser mi hermano de otra madre y se siente Edmundo Dantés. Cobrará lo que no puedo de ti y ese cabrón.

Te cuento tu vida porque quiero que la veas mientras se funde tu letrero de salida.

2 comments:

Mondblume said...

No creo que el letrero de salida se apague, rompa o desvanezca. Más bien creo que se esconde, la mayoría del tiempo, o se disfraza, o lo confundimos con los de las tiendas, hospitales, edificios y escuelas. El letrero de salida siempre está ahí.
Por otro lado, la historia me recordó a muchas otras cosas. Pero me quedé con una imágen bien grabada, o bueno, más: los rasguños colgados en la pared (tal vez en mi tapiz haya algunos), las lárgimas ácidas (las mías son o mortalmente saladas o mortalmente dulces) y las manos rotas (¡cuánto dolor! Las manos son realmente algo precioso). Gracias por las reflexiones.

david-. said...

¡Jópetas!