Thursday, May 20, 2010

Servicio de tortura al cliente

Si Julieta hubiese tenido un celular, Romeo no se habría suicidado. Julieta le habría mandado un mensaje que dijera: “N stoy muert tome alg q m ara prcer zzzz vn x mi y ns vmos. :) XOXO”. La tecnología nos facilita muchas cosas, desafortunadamente no podemos depender de ella totalmente.

Hace una semana pagué mi celular y no me dejan usar mi saldo. Esperé unos días porque normalmente al sistema le toma unas horas dar de alta el pago. Sin embargo, unos días es suficiente tiempo. Así que marqué a servicio a cliente para resolver el problema.

Es detestable, inhumano y espantoso hablar a servicio al cliente.

Primero contesta una grabadora que ofrece menús ambiguos: Pago; Productos; Consulta sobre pago; Contratación de servicios; Consulta sobre la contratación y pago de servicios, etc. No recuerdo bien si son así, nunca lo sé. Ya no sé qué número marcar, así que espero en la línea para tener la ayuda de un ejecutivo. O marco el que sea para que me “comuniquen correctamente”.

La espera comienza con un audio espantoso, mal transmitido, grabado con odio y demás. Supuestamente es música clásica; pero si un sordo recién curado por un Cristo escuchara eso, estoy seguro que pensaría que Dios existe para odiarnos. Y diría que Jesucristo o su curador es un hijo de la chingada. No entendería la fama de Beethoven, Mozart, Debussy, Haydn, Handel, etc., ni menos por qué la gente quiere oír a los pájaros cantar. Me queda muy clara la razón: esa música es un cuchillo deshaciendo el oído con frenos de pecero. Y la música, sigue y sigue, sigue y sigue. No hay nada qué hacer, se debe estar al pendiente mientras se rompe el sofá, los colchones o cualquier cosa al alcance de la uñas desgarradoras para soportar una violación auditiva.

Un día averigüé por qué música clásica y no otro género. Es para calmar a las personas, y no se puede cualquier pieza. En algún país pusieron a Wagner, un joven desesperó tanto que fue a las oficinas a matar a los que atendían. No recuerdo el país, pudo ser Estados Unidos donde a la gente le da por ser genocidas durante un día; también pudo ser en Japón, porque en Japón pasa todo: los niños se suicidan por tamagochis, asesinan por pokémon, se operan por Ranma, etc. La música sigue mientras los “ejecutivos” echan el coto, salen por el cigarrito o van por la coca.

Después de tres minutos de suspender cualquier otra actividad -ah claro, además para buscar atención dejamos todo lo demás, como si nuestras vidas no se fueran un minuto a la vez- esperamos algo. Tras cinco minutos de estar al pendiente de la llegada del ejecutivo, la música calla. Se respira profundamente para ser cortés con quien nos ayude. Usamos el yoga que vimos en la tele. Inhala. Exhala. Tomamos aire para explicar nuestro problema y que  quede claro, para ahorrar tiempo. Oímos ruido. Otra grabadora surge: “Le recordamos que este mes…” Y ya no sabemos qué más dijo. Es intrascendente. Así que volvemos a la espera. Probablemente podríamos pedir una pizza y llegaría antes de que alguien contesten, ¿quién quiere perder su lugar en la fila?. Como el celular está bloqueado, sólo queda el teléfono (que estamos usando) para marcar a la pizza. No podemos leer porque la música está acabando con la capacidad de concentración y sacándonos al diablo. La espera se prolonga y el tiempo se distiende. Creemos envejecer mientras el mundo sigue su curso. Posiblemente ya ni hay celulares. Empezamos a creer en el apocalipsis o en 2012, o en que Dios nos odia… Y mucho.

Pasados otros cinco minutos, la grabadora se detiene. Inhala. Exhala. Cuenta hasta diez. Listo para ser un poco decente y… “Por favor, no cuelgue. Su llamada es muy importante para nosotros”. Y nos encabronamos, pero un chingo. Piden que no colguemos; no tenemos de otra, hay que joderse en la línea con la esperanza de que darán el servicio por el que pagamos. Qué amables son; todavía lo dicen por favor. Quiero ver que vayan con un doctor y les diga: “Por favor, no muera. Su vida es muy importante para nosotros”.

En eso, el mismo diablo poseyó la línea. Porque “Para Elisa” está más corrupta que si Timbiriche le hubiese hecho un cover. Nos volvemos religiosos y le decimos a Dios que no nos molestaría quedar sordos o que en su nombre nos permita matar sacrílegos.

Hay una tercera grabación: “Por favor espere en la línea. Nuestros ejecutivos lo están atendiendo”. Me pregunto: ¿qué chingados es eso? Aclaramos ya que la primera parte son ganas de joder, porque ni siquiera hay muchas opciones de compañías telefónicas. Luego nos dice que nos “están atendiendo”; ¿qué pasa por su mente? No sé. Alguien decidió recordar a los consumidores que no sabemos lo que ocurre. Juegan con nuestras cabezas para hacernos creer que sí nos “están atendiendo”. Si lo hicieran, no nos diría que esperemos, porque la grabadora no es tan majadera como para interrumpir una conversación. La última parte de la grabación es la que más odio, refleja muy bien el nivel educativo mexicano. Dice “atendiendo”. Es obvio que el autor no sabe qué es gerundio, que éste indica continuidad de la acción, o simultaneidad de ella. Definitivamente es un imbécil quien grabó esta última frase, seguramente el narco se va a ir tras él… Y si no, debería.

Ya van veinte minutos y me están cobrando cada segundo. Camino por la casa para relajarme, prendo un cigarro, doy vueltas, tomo agua. Lo que sea. En mi escritorio veo un libro titulado “Nihilismo”; lo aviento a la basura. No me hace falta leer 200 páginas para entenderlo; me faltan cinco minutos.

Ya fueron 45 minutos. Culpablemente exprimí los granitos de mis brazos varias veces y ya no sale nada. El teléfono está caliente y mis orejas cansadas de la presión que han recibido alternadamente. Por fin contesta el ejecutivo. Mi ateísmo se frena. Inhala. Exhala. Le explico, lo más calmado que puedo, mi problema. Me pide mis datos. Me pone en espera y, ahora, otro pecador distorsionó el “Canon” de Pachelbel y quiero llorar. Vuelve a tomar el teléfono y entiendo la frustración de Romeo por la falta de comunicación; aunque mi suicidio no saldría de la pluma de Shakespeare, sino de portada del Metro. “Sí, mire, es de que esto es lo que viene siendo un error de nosotros” “Sí, creo que lo es” “Sí mire, es de que el sistema no lo había registrado y por eso es que usted no puede usar lo que viene siendo su crédito” “Sí, así es” No sé qué entiendan por ejecutivo, pero este güey no acabó la preparatoria. “Sí, ahora procedemos al “recavamiento” de sus datos” “Pero ya me los pidió, ¿ahora para qué?” “Pues para lo que viene siendo la aseguración y el confirmamiento de su información.” Mi ateísmo vuelve y crece desenfrenadamente. “Ahora me puede dar su nombre completo de nuevo” “Sí, claro…”

Después de cinco minutos me dice que todo estará bien, que no debo preocuparme y que todo seguirá en orden; aunque no hable del mundo y sólo de mi celular, no le creo. Cuelgo el teléfono y marco para ver qué hacer ese viernes. Sigue sin servir. Claro, se me olvidó lo último que dijo: “Ahora sólo falta una espera más que le solicitamos que cordialmente que realice. Es una espera de lo que vendrán siendo treinta o cuarenta minutos para la reactivación del servicio”. Idiota, lo que vendrá siendo una eternidad antes de usar lo que ya pagué.

5 comments:

VonHellstaker said...

Clásico, a mi me ha pasado muchas veces con el cable y siempre era lo mismo, de que no lo había registrado el sistema que no se que cosa en fin acababa pagando de mas, definitivamente es deplorable

F. said...

Nice, man, nice...

Anonymous said...

Y luego se extrañarán que el odio avance... con servicios como el de "atención al cliente" de cualquier operadora...
Me encanta tu blog ^_^

Anonymous said...

¡No estás solo!.... estamos atrapados en el mismito pantanooooooooooooooooooooo

Alucard said...

El martirio creen algunos, es una forma de redimir los errores que han cometido a lo largo de su vida; es un camino a la salvación de sus almas, o por lo menos una forma de silenciar esa pequeña y desagradable sensación de culpa.

Para otros, es "atención al cliente".

Muy bueno viejo, saludos.