Salí de mi casa por la mañana con frío sólo para encontrar el clima más caliente y aguantar el saco que llevaba puesto, encima de todo era negro para ayudar al calor. Llegué al trabajo tarde porque el primer semáforo afuera de mi casa no se movió de rojo en cinco minutos dándole así preferencia a una calle pequeña y ninguno de los conductores de la primera fila parecía captar.
Cuando subía por el elevador me di cuenta que el botón superior de mi camisa no cerraba así que antes de saludar a mis colegas fui al espejo. Frente al lavabo, intentando corregir mi apariencia y abrochar el guardaespaldas de la corbata, tiré mi té. ¡Qué bien iba mi día!
Encima de todo, mi desayuno había sido yoghurt de mango que no quita el hambre. Así que sin el té me quitaba el poco de azúcar del dia. Para no desesperar más me fui a reportar con mi jefe; quien no había llegado. Decidí ir al ocio y fundirme con él pero alguien me vio y mis intenciones de herrero desaparecieron para organizar un clóset lleno de expedientes. Tenía dos pasillos de dos metro y entre la línea de en medio y la de cualquier otro lado no habían más de cuarenta centímetros, por lo que moverse era muy difícil. Así estuve hasta las dos de la tarde, hambriento, sediento y mareado por haber salido de un cuarto lleno de aire acondicionado a una temperatura del resto de la oficina.
Esperando que mi día mejorara, me dirijí a la salida cuando oí mi nombre dicho de un timbre de voz de autoridad: mi jefe. Fui con él a ver qué se le ofrecía, se le ofrecía que visitara Palmas y Masaryk y dejara unos papeles nada esperanzadores para los recipientes: no les iban a pagar porque no les era debido, aunque bien pudo haber sido por maña. No lo sé. Encaminé mis pasos a mi coche y me emocioné por la falta de coches; pude arrivar temprano a casa, esperando comer temprano y matar el hambre rápidamente. Como ley de Murphy, el tráfico del que me salvé y por el cual todos los coches estaban en insurgentes antes de periférico había hecho víctima de sus males a mi madre y hermana: no podía comer sin ellas. Seguí en el duelo con el hambre y ella ganaba. Cuando por fin comimos ya era hora de irme a cumplir con mis encargos por miedo a que me cerraran cualquier oficina. El tráfico no ayudó al hambre, la ansiedad y el hartazgo del día. Dejé ambos documentos y moví el volante en dirección de un lugar donde impusieran la ceniza. Por fin salí y bajé del coche después de tres horas.
Harto, cansado, con hambre, ansiedad, con el botó abierto y mal presentado, subí al auto para el último recorrido. Todo el día parecía desesperanza y frustración cuando un rayo divino se asomó sobre mí: un señor, parecía entrado en la vida con cuatro décadas de experiencia, venía caminando entre los coches y al de enfrente mío le dio direcciones de cómo llegar a un sitio. Se dirigía a mí y vi en su frente la cruz trazada con ceniza. Me alegré tanto de ver a un cristiano haciendo buenas obras que mi día cobró sentido, todas las tardanzas, coincidencias y acciones ahora tenían sentido: tenía que ver eso y tener fe en el hombre. Me regocijé y se acercó a mi ventana, le iba a dar dinero por caridad y alegría cuando un rayo de ironía pegó a mis ojos electrificando y atrofiando mi cerebro. De su mano derecha salieron tarjetas de descuento de un "table dance".
Todo cobró verdadero sentido. "No sólo de pan vive el hombre, sino también de las palabras que salen de la boca de Dios". Fue hoy, miércoles de ceniza.
Wednesday, February 25, 2009
Tuesday, February 24, 2009
La enfermedad
-¡Doctor, doctor, venga rápido!
-¿Qué pasa?
-No lo sé, doctor. No se controla. ¡Ayúdenos!
-Claro, pero... ¿cuánto tiempo ha estado así?
-Dos semanas y media, ya.
-No puede ser. Nunca había visto un caso tan avanzado.
-¿No hay nada que pueda hacer por él? ¿Acaso no hay cura?
-Lo siento, es ya muy tarde. Está muy caliente.
-¿Caliente?
-Sí. Me temo que no hay manera de enfriarlo.
-¿Quiere decir que será...?
-Me temo que sí, señora. Me temo que sí.
-Mamá, ¿qué ha dicho el doctor?
-Lo peor, hija. Lo peor.
-¿Jamás será hipócrita frente a nadie más?
-Así es, hija. Será más humano.
-¡Cuánto lo siento, oh madre!
- Me alegra oírte y saber que estés bien, mi linda hija.
-¿Qué pasa?
-No lo sé, doctor. No se controla. ¡Ayúdenos!
-Claro, pero... ¿cuánto tiempo ha estado así?
-Dos semanas y media, ya.
-No puede ser. Nunca había visto un caso tan avanzado.
-¿No hay nada que pueda hacer por él? ¿Acaso no hay cura?
-Lo siento, es ya muy tarde. Está muy caliente.
-¿Caliente?
-Sí. Me temo que no hay manera de enfriarlo.
-¿Quiere decir que será...?
-Me temo que sí, señora. Me temo que sí.
-Mamá, ¿qué ha dicho el doctor?
-Lo peor, hija. Lo peor.
-¿Jamás será hipócrita frente a nadie más?
-Así es, hija. Será más humano.
-¡Cuánto lo siento, oh madre!
- Me alegra oírte y saber que estés bien, mi linda hija.
Monday, February 09, 2009
Wednesday, February 04, 2009
Mayo de 1805
¿Cansado de no entender la resignación cristiana?
¿Harto del dolor?
¿No quiere "cargar su cruz"?
Pues gracias a Freidrich Wilhelm Adam Serturner, esto tiene solución.
¡Sí! Escuchó bien.
Olvídese de su rezos, la resignación, el sufrimiento en silencio.
Tenemos lo que usted necesita. Y, lo mejor de todo ¡es 100% legal!
¿Harto del dolor?
¿No quiere "cargar su cruz"?
Pues gracias a Freidrich Wilhelm Adam Serturner, esto tiene solución.
¡Sí! Escuchó bien.
Olvídese de su rezos, la resignación, el sufrimiento en silencio.
Tenemos lo que usted necesita. Y, lo mejor de todo ¡es 100% legal!
Subscribe to:
Posts (Atom)